“Y no es solo una cirugía, es la cirugía. Porque te van cortando hasta llegar al bebé, lo sacan y te vuelven a coser de capa en capa: son siete capas. Entonces yo tengo una herida súper gruesa. Y la puedes tocar, y por dentro, la sientes”.
– María Gabriela, en entrevista el 27 de marzo de 2024.
Obligar a la mujer a parir acostada o inmovilizada, negarle la posibilidad de cargar y amamantar al bebé inmediatamente después del parto, ignorar sus preguntas o deseos, regañarla, infantilizarla, maltratarla físicamente, no atender oportunamente las emergencias obstétricas, realizar prácticas con fines únicamente pedagógicos y practicar cesáreas sin justificación médica son, entre muchas otras, formas de violencia obstétrica que suceden durante el embarazo, el parto y el postparto.
La violencia obstétrica es un tipo de violencia de género ejercida por parte del personal sanitario, que vulnera los derechos de las mujeres embarazadas a tener autonomía sobre su cuerpo y su parto.
A nivel mundial, la tasa de cesáreas ha experimentado un preocupante incremento en las últimas décadas, en especial en los países con mayores ingresos. Según un estudio llevado a cabo en 2018 por The Lancet, revista médica británica, el uso de la cesárea fue casi cinco veces más frecuente en los países más ricos que en los países de ingresos bajos y medios. Esta disparidad, lejos de denotar ideales de progreso, pone de manifiesto diversas formas de violencia obstétrica, donde muchas mujeres carecen de acceso a cesáreas cuando las necesitan, mientras que otro gran grupo sufre las cicatrices de cesáreas que no pidió.
En Ecuador, a pesar de las recomendaciones de organismos internacionales y de derechos humanos, la tasa de cesáreas se ha incrementado, en especial en el sector privado. Entre 2001 y 2013, el 57,5% de los partos en el ámbito privado se realizaron mediante cesárea, a comparación del sector público, donde el índice de cesáreas no superó el 22,3%. Desde entonces, la tendencia ha sido creciente: según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, en 2022, nueve de cada diez nacimientos que ocurrieron en el sector privado se dieron por cesárea.
El aumento de cesáreas únicamente en el sector privado también denota las asimetrías que se reproducen al interior del país. Según el Boletín Nacimientos por Cesárea MSP 2012-2015, los nacimientos por cesárea se concentran en el área urbana, con un promedio del 86,94%, mientras que en el área rural solo alcanza el 13,2%.
La cesárea no solo conlleva los riesgos inherentes a cualquier operación quirúrgica, sino que, por su complejidad y el momento de la vida en el que ocurre, también tiene dificultades propias. De acuerdo con un estudio realizado por Ibone Olza, médica psiquiatra y cofundadora del foro “Apoyocesáreas”, la cesárea puede acarrear reacciones psicológicas, como el sentimiento de pérdida o fracaso y dificultad para establecer un vínculo con el recién nacido. Estas reacciones son más comunes cuando se intersecan con otros tipos de violencia, como el maltrato por parte del personal médico, la falta de acceso a información adecuada y la privación del contacto con seres queridos: historias que, desde lo público hasta lo privado, se viven todos los días.
¿Qué hay detrás del aumento de cesáreas?
Las razones detrás del alarmante aumento de cesáreas no están claras. Según un estudio elaborado por la clínica Las Condes en Chile, en América Latina, las tres primeras causas bajo las cuales se realiza esta operación son la falta de progreso en el trabajo de parto, el monitoreo fetal alterado, y la presencia de una cesárea previa. Sin embargo, estos datos no siempre reflejan la pertinencia médica de las cesáreas, ya que estas causas son también diagnósticos comunes para justificar cesáreas innecesarias. Ismael Escandón, ginecólogo obstetra del Hospital Los Valles, de hecho señala que es la urgencia de minimizar los riesgos lo que lleva a médicos a impulsar cesáreas.
Ismael Escandón, ginecólogo obstetra del Hospital Los Valles
Además, según Raúl Alcívar, presidente de la Asociación de Clínicas y Hospitales Privados del Ecuador (Achpe), el incremento de las cesáreas también está relacionado con las ganancias que reciben los hospitales privados: mientras que una cesárea puede costar un promedio de $2.000 en una clínica privada, el parto natural puede costar hasta la tercera parte de este valor. Conforme un artículo de Ana Prado Murrieta, doctora en Ciencias en Salud Colectiva por la Universidad Autónoma Metropolitana de México, en los hospitales, los nacimientos por cesárea comienzan a venderse como “paquetes de parto sin dolor” en los cuales se incluyen parto programado, suites para el parto, quirófano y cunero.
Ismael Escandón, ginecólogo obstetra del Hospital Los Valles
La cantidad de cesáreas en la sanidad privada está vinculada a lo económico: mientras que una cesárea puede costar un promedio de $2.000 en una clínica privada, el parto natural puede costar hasta la tercera parte de este valor .
En los últimos ocho años, Ecuador carece de cifras actualizadas que expliquen el aumento en las tasas de cesáreas. El último registro disponible es de 2016, donde, como parte del contexto del proyecto de Ley de Parto Humanizado, se señaló que el 48.16% de las cesáreas se realizaron sin relaciones clínico quirúrgicas. A su vez, en aquellas que tenían razones médicas, el 36.54% se debía a una cesárea anterior, causa que por sí sola no es determinante para la realización de una nueva cesárea.
El aumento de cesáreas en el país se ve exacerbado por la falta de legislación específica. La violencia obstétrica, y las cesáreas injustificadas como parte de ella, no están determinadas como delito en el Código Orgánico Integral Penal (COIP), por lo que no existen consecuencias penales para quién ejerza este tipo de violencia.
Más grave aún, no todas las mujeres son conscientes de haberla sufrido. A veces, tan solo queda un mal sabor de boca, un recuerdo no agradable y una tristeza que, por más que pasen los años, no se quita.