¿Dónde nace la violencia?

La violencia en el femicidio tiene raíces en la desigualdad de género, el patriarcado y las normas sociales que perpetúan la dominación masculina y la subordinación de las mujeres. No es un problema aislado: ocurre en todo el mundo y ha ocurrido sistemáticamente por años.

No obstante, a pesar de que los estudios de género son amplios, en lo cotidiano poco se entiende cuando decimos «nos matan por el hecho de ser mujeres». Parece que esta frase, esconde una realidad mucho más compleja de lo que se percibe. Surgen entonces las preguntas ¿Por qué nos matarían solo por ser mujeres? ¿Qué hay detrás? ¿Qué se consigue con la muerte de la mujer? ¿Cómo se construyen y se relacionan los hombres y mujeres para que esta realidad sea posible?

El femicidio como resultado de la lógica dominante

La sociedad se organiza mediante sistemas de dominación y subordinación, donde las personas dominamos o somos dominadas en función de nuestro lugar de origen, clase social, religión, edad y género. El patriarcado, uno de los sistemas más antiguos de dominación, establece roles y relaciones de poder basadas en el género, donde los hombres ostentan el poder, la autoridad y controlan los recursos.

La construcción de género no se debe a diferencias biológicas, sino a prácticas culturales e instituciones que perpetúan la dominación masculina. Este sistema impone normas sociales que naturalizan la subordinación femenina, y legitiman roles y comportamientos específicos para hombres y mujeres.

En otras palabras, el patriarcado no sólo se impone en las mujeres: también impone roles específicos en los hombres, que estos deben cumplir para no se cuestione su masculinidad. De esta manera, las creencias internalizadas sobre el género influyen en las acciones y percepciones individuales, dando forma a las relaciones.

El patriarcado no sólo se impone en las mujeres: también impone roles específicos en los hombres, que estos deben cumplir para no se cuestione su masculinidad. 

En un contexto patriarcal, la violencia se normaliza y legitima como un medio para mantener el statu quo. El femicidio, en este sentido, es una expresión extrema de la violencia de género que se perpetúa y justifica porque, como una acción de control y dominio, asegura la prevalencia del escenario simbólico establecido socialmente.

Extracto de entrevista a Marisol Rodríguez, magíster en Antropología por FLACSO Ecuador, especializada en interculturalidad, enfoque de género, interseccionalidad, masculinidades.

Rita Segato, feminista mexicana, identifica en la construcción social de lo masculino, una serie de cualidades denominadas «potencias masculinas»: potencia bélica, sexual, política, económica e intelectual. Estas cualidades, que permiten al hombre definirse como tal y, a la par, establecen su poder. A la vez, estas potencias se prueban en el cuerpo de las mujeres.

Segato señala que, en este contexto de violencia estructural, cuando un individuo masculino tiene alguna limitación en cualquiera de las cinco potencias, buscará obtenerlas a través la violencia, con el objetivo que aquello le permita restablecer su masculinidad. La violencia, entonces, puede ser leída como una agresión que establece dominio, poder y derechos sobre el cuerpo de la mujer, en busca de perpetuar los roles establecidos de género. “En esa relación, él [el victimario] está disciplinando a todas las mujeres de la sociedad” explica Segato.

Cuando un individuo masculino tiene alguna limitación en alguna de las cinco potencias,  buscará obtenerlas por la vía de la violencia, con el objetivo que aquello le permita restablecer su masculinidad.

Extracto de entrevista a Marisol Rodríguez, magíster en Antropología por FLACSO Ecuador, especializada en interculturalidad, enfoque de género, interseccionalidad, masculinidades.

René Jiménez en su análisis sobre femicidio en el caso de Ciudad Juárez, en México, muestra que estos crímenes construyen al cuerpo femenino como utilizable, prescindible, maltratable y desechable. De acuerdo al documento elaborado para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre el feminicidio en América Latina, es posible identificar que, en las muerte violentas contras las mujeres, signos comunes de tortura, mutilaciones, saña y/o violencia sexual: como una señal del odio, el desprecio y el menor valor que se da a la vida de las mujeres.

Según Rita Segato, la violencia de género se desencadena cuando una mujer ejerce autonomía sobre su cuerpo desafiando normas de fidelidad o celibato, o cuando ocupa roles de autoridad o poder económico y político típicamente reservados para hombres. En este sentido, explica la autora, los femicidios son crímenes de poder, donde la intencionalidad de matar o simplemente herir o hacer sufrir no define diferencias.

Extracto de entrevista a Marisol Rodríguez, magíster en Antropología por FLACSO Ecuador, especializada en interculturalidad, enfoque de género, interseccionalidad, masculinidades.

Estos crímenes construyen al cuerpo femenino como utilizable, prescindible, maltratable y desechable. 

No es un problema de hombres contra mujeres: somos nosotras (os) contra las estructuras. El propio sistema regula las relaciones de género e imposibilita nuevas relaciones. La impunidad que a menudo rodea los casos de femicidio sugiere una tolerancia cultural hacia la violencia de género. La percepción de que se pueden cometer estos crímenes sin consecuencias contribuye a su perpetuación.

Extracto de entrevista a Marisol Rodríguez, magíster en Antropología por FLACSO Ecuador, especializada en interculturalidad, enfoque de género, interseccionalidad, masculinidades.

¿Por qué es importante nombrar la violencia?

En 1992, Diana Russell y Jill Radford proponen el término feminicidio en su texto Femicide: The Politics of Women Killing, definiéndolo como «… la forma más extrema de violencia de género, entendida ésta como la violencia ejercida por los hombres contra las mujeres en su deseo de obtener poder,dominación o control. Incluye los asesinatos producidos por la violencia intrafamiliar y la violencia sexual”.

Extracto de entrevista a Marisol Rodríguez, magíster en Antropología por FLACSO Ecuador, especializada en interculturalidad, enfoque de género, interseccionalidad, masculinidades.

Posteriormente, Marcela Lagarde, feminista mexicana, toma el concepto y lo desarrolla como feminicidio. Para Lagarde, el término feminicidio se presta mejor a cubrir las razones de género y la construcción social detrás de estas muertes, así como la impunidad que las rodea y la responsabilidad del Estado.

¿Hay soluciones?

Para crear nuevos horizontes, siempre hay tres momentos: conocer el sistema actual, criticarlo y, posteriormente, construir algo nuevo.

Siempre hay soluciones. La violencia estructural es un fenómeno arraigado en las instituciones y sistemas sociales, y abordarla requiere enfoques integrales a nivel individual, comunitario y sistémico.

Es preciso fomentar la educación y conciencia sobre la violencia estructural, sus raíces y sus consecuencias, fortalecer y aplicar leyes que protejan los derechos de todas las personas, especialmente aquellos que son más vulnerables a la violencia estructural, implementar políticas públicas que aborden las disparidades económicas y sociales y desafiar las actitudes y creencias arraigadas que perpetúan la violencia estructural.

Cuestionarnos, en todos los ámbitos.

Extracto de entrevista a Marisol Rodríguez, magíster en Antropología por FLACSO Ecuador, especializada en interculturalidad, enfoque de género, interseccionalidad, masculinidades.