En Ecuador coexisten dos realidades: la visible, aquella en la que nuestros políticos reciben condecoraciones por un trabajo mediocre, en la que el presidente parece más influencer que mandatario y en la que los medios tradicionales esconden lo vergonzoso y niegan la podredumbre.
Pero la otra realidad, la invisible, existe y está atravesada por la violencia como un nuevo lenguaje. En esta realidad invisibilizada, no solo por hoy, sino por décadas, cientos de mujeres mueren año tras año. De forma cruel y violenta, las mujeres mueren, y mueren, porque el sistema las mata.
Ecuador, que ha sido llamado vida, diversidad y belleza, esconde las facciones de la tristeza, la muerte y el miedo, que tienen rostro de mujer. Pero el coraje nos ha enardecido y, ya sin ánimos de llorar en silencio, añadimos nuevos nombres a la larga lista que describe nuestro país: el de memoria y resistencia.
Hoy gritamos: Ecuador, ni una más.
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