Hoy ya no se respeta la tierra en sus fases para la siembra. Hoy se le pone mucho abono y se intoxica la tierra. Lo mismo está pasando con todos los tiempos de la naturaleza y de la vida. Hoy forzamos a los bebés a venir antes de tiempo. Ya que te hagamos lo más necesario, tu bebé ya está listo, que nazca nomás. O no respetamos nuestros tiempos o nuestros ciclos como mujeres.
– María Isabel Yánez, en entrevista el 8 de abril de 2024
A las 38 semanas de su embarazo, Alejandra empezó a sentir falsas contracciones. Hasta ese momento, todo en su embarazo había marchado bien y Alejandra esperaba a Emma, su primera hija, con una mezcla de expectativa y miedo. Cuando empezó a sentir que su panza se ponía dura, pero aún no sentía el dolor de las contracciones, llamó a su ginecólogo para preguntar qué debía hacer. “Estás en labor de parto: ven a la clínica, ya” fueron las indicaciones.
Alejandra fue a la clínica y le realizaron un monitoreo fetal. En ese momento, solo tenía dos centímetros de dilatación. Sin embargo, su ginecólogo le señaló que había sufrimiento fetal y había que hacer cesárea. Alejandra y su marido apenas tuvieron tiempo para prepararse para la cirugía. Tan solo les dieron dos minutos y pronto les llevaron al quirófano.
Pero las razones detrás de las cesáreas no están claras para Alejandra. “Yo creo que fue algo un poco arreglado – explica – porque otras personas entraban y salían de la habitación y me decían que no había sufrimiento fetal. Después el doctor solo me dijo que se iba de viaje esa noche y que me iba a hacer una cesárea”.
Alejandra, en entrevista el 7 de abril de 2024
Con la premura que el doctor tenía para el viaje, la cesárea no tardó mucho. No obstante, a pesar de que Emma salió del vientre de su madre sin complicaciones, fue llevada inmediatamente a la unidad de neonatología, y Alejandra no la pudo ver sino hasta el día siguiente. “Yo estaba sola, en un cuarto todo blanco. Solita, así. Sin saber de mi bebé, sin tener una enfermera que me diga que todo está bien. Nadie” – cuenta.
“Yo creo que fue algo un poco arreglado porque otras personas entraban y salían de la habitación y me decían que no había sufrimiento fetal. Después el doctor solo me dijo que se iba de viaje esa noche y que me iba a hacer una cesárea”.
Han pasado varios años, y hasta ahora Alejandra se pregunta si en verdad su cesárea estaba justificada.
¿Cuándo es necesaria la cesárea?
La asociación feminista “El Parto es Nuestro» señala 40 diagnósticos bajo los cuales suele realizarse la operación cesárea, de los cuales solo 10 son considerados inapelables o absolutos, 19 son relativos y dependen del caso específico, y 11 son calificados como injustificados o innecesarios.
Muchas de las causas por las cuales se induce una cesárea, como una cesárea anterior, falta de progreso en el trabajo de parto, posición de nalgas o bebé alto o no encajado, son factores que por sí solos no determinan la necesidad de realizar la cirugía. Sin embargo, durante el proceso de parto, las mujeres no siempre disponen de la información necesaria para tomar decisiones informadas, mientras que los médicos no siempre cumplen con su deber de informar adecuadamente sobre los procedimientos y las razones detrás de sus decisiones.
“Hasta ahora pienso ¿pudo haber sido diferente?”, suspira Melanie, quien tuvo a su pequeña a los 21 años en una clínica privada, donde esperaba, inicialmente, tener un parto normal. Durante la labor de parto, su ginecóloga llegó y le explicó, de manera abrupta y poco compasiva, que tenían que hacerle una cesárea porque “el bebé no estaba encajado, ella no lo iba a lograr y si no abrían en ese momento, iba a entrar en sufrimiento fetal”
“No sé si de pronto, esperando un poco más, pudo haberse encajado normalmente”, explica Melanie. “La ginecóloga nunca me explicó del todo cómo funcionaba el asunto. Es decir, yo iba preparada un poco teóricamente hablando, pero como primeriza en ese momento, tienes que hacer caso a lo que los profesionales te dicen”
Melanie Herrera tuvo dos partos totalmente diferentes. Ella valora la capacidad del cuerpo para recuperarse después de un parto normal. Cortesía de Melanie Herrera.
Melanie, en entrevista el 1 de abril de 2024
Para su segundo parto, Melanie cambió de ginecóloga. En esta ocasión, estaba decidida a tener un parto normal, donde le permitieran tener contacto piel con piel y no le separaran de su bebé apenas naciera. Y, a pesar de tener una cesárea anterior, pudo tener un parto normal.
Melanie, en entrevista el 1 de abril de 2024
La historia de Alejandra y Melanie no son casos aislados; más bien, son ejemplos representativos de una tendencia creciente. Desde 2016, Ecuador tiene una Guía de Práctica Clínica para la atención del parto por cesárea, la cual define los criterios para realizar esta intervención, los factores que influyen en su aumento o disminución, y los derechos de las mujeres a estar informadas en todo momento. Sin embargo, a diferencia de países como Brasil, Ecuador carece de una normativa que regule específicamente la implementación de las cesáreas.
Silvana García, doula y fundadora del centro de acompañamiento maternal holístico Madre Ancestra, señala que la raíz de las cesáreas injustificadas reside en las inducciones de parto innecesarias, donde no se respeta el ritmo fisiológico de la mujer. La inducción del parto se refiere a los diferentes tratamientos que se utilizan para iniciar el trabajo de parto o hacerlo más rápido. Dependiendo del objetivo, se pueden utilizar varios métodos, como la ruptura de membranas, el uso de prostaglandinas y la administración de oxitocina, también conocido como pitocin.
“Es una doble violación a los derechos” señala Silvana. “Es una violación a la madre y una violación al bebé por nacer en ese proceso. Con la inducción del parto, hay una falta de saturación de oxígeno por la contracción excesiva, que produce una oxitocina sintética. Y eso es lo que lleva al bebé a sufrimiento fetal. Y tras el sufrimiento fetal, la consecuencia lógica es la cesárea”.
Actualmente, la comunidad médica no se ha puesto de acuerdo en la relación del índice de inducción de parto con el índice de cesáreas. A pesar de ello, Silvana no es la única doula que denuncia la relación de las intervenciones en el proceso natural del parto con el aumento de cesáreas. María Isabel Yánez, fundadora del Centro de Desarrollo y Acompañamiento Humano Savia, señala que la sobre medicalización y las intervenciones excesivas llevan a lo que se conoce como una “cascada de intervenciones”, donde las consecuencias de una intervención crean la necesidad de intervenir nuevamente para solucionar lo anterior, convirtiendo el proceso de nacimiento en un evento patológico.
María Isabel Yánez, fundadora del Centro de Desarrollo y Acompañamiento Humano Savia
¿Se puede tener una cesárea respetada?
Alejandra Ontaneda buscaba, en su segundo embarazo, resignificar y sanar las heridas que le dejó su primera cesárea. Cortesía de Alejandra Ontaneda.
En su segundo hijo, Alejandra también tuvo una cesárea. En la semana 39 y media, Alejandra empezó con contracciones, pero en el monitoreo fetal descubrieron que los latidos del bebé estaban bajando. En ese momento, su nuevo médico le informó que necesitarían realizar una cesárea. Sin embargo, esta vez fue diferente: pudo llamar a su doula, su esposo la acompañó, el médico le explicó el proceso y estuvo presente durante todo el procedimiento. Además, pudo estar con su bebé tan pronto como lo sacaron del quirófano.
Para Alejandra, lo que marcó una diferencia significativa entre ambas cesáreas fue la red de apoyo y el acceso a la información. “En el segundo parto, ya tenía todo un poco más organizado. Todo realmente fue mucho más tranquilo, relajado y fluido”, explica. “Además, tenía la conciencia de que también podía exigir: el hecho de que sean médicos no significa que yo no tenga voz ni voto cuando estoy frente a ellos”.
Alejandra, en entrevista el 7 de abril de 2024
Alejandra Ontaneda reconoce que su segunda cesárea fue una experiencia distinta pues, en esa ocasión, se sintió acompañada. Cortesía de Alejandra Ontaneda.
De acuerdo con un estudio sobre la humanización de la cesárea realizado por Carolina Cobeta para la Universidad Autónoma de Madrid, la experiencia de tener una cesárea positiva o negativa depende del trato que la madre reciba, su acceso a la información y los cuidados antes, durante y después de la cirugía. Se ha demostrado que la experiencia de la cesárea mejora cuando la mujer conoce de antemano lo que va a suceder, puede tener un acompañante en el quirófano y, en especial, tiene contacto piel con piel apenas el bebé ha salido de su vientre.
Silvana García, doula y fundadora del centro de acompañamiento maternal holístico Madre Ancestra.
De lo que no se habla: la tristeza de la herida
“Entonces, todo duele: si te miran, si no te miran. Es una etapa un poco fuerte. Y yo nunca me he puesto a pensar de esto, ¿no?, pero ahorita que tú me haces esas preguntas, veo, digo, es verdad: nunca se habla de eso”.
– Silvia, en entrevista el 30 de marzo de 2024
Una cesárea, sea del tipo que sea, conlleva complicaciones asociadas a su recuperación para las que se debe preparar a la mujer. En varios casos, los cambios hormonales, la recuperación física de la cirugía abdominal y las nuevas responsabilidades de la maternidad pueden ser difíciles de sobrellevar. Por lo tanto, humanizar la cesárea implica ayudar a las mujeres a prepararse psicológicamente para esta experiencia, abordando el dolor que deja. Un dolor que, a menudo, surge de sentimientos de culpa y de los ideales inalcanzables que se imponen sobre la maternidad.
“Lo más horrible fue en realidad ese mareo que da después de la anestesia. Una sensación, horrible, porque recuerdo que me paré, me intenté parar y era como si me diera vueltas el mundo. Y además tienes que mantenerte despierta por tu bebé porque ya que llora, que ya el pañal, qué sé yo” me cuenta Sofía, quien tuvo a su pequeña por cesárea a los 31 años. ‘Y encima más despertarte, qué aprender a cambiarle, que la enfermera te dice, “no mamita, usted le está agarrando mal, así, así tiene que cogerle, así tiene que succionar, no está comiendo’…qué estrés, es un estrés bien fuerte. Uno se siente como… perdida”.
Sofía, en entrevista el 26 de marzo de 2024
Desde el principio, Sofía determinó que no iba a tener un parto normal. Además del miedo al dolor, durante su embarazo atravesó un cuadro de trombocitopenia, lo que significaba que sus plaquetas estaban bajas, aumentando el riesgo de una hemorragia durante un parto normal. Asimismo, los médicos ya le habían advertido que su bebé, Amanda, estaba un poco enredada con el cordón umbilical.
Sin embargo, los planes cambiaron cuando las labores de parto comenzaron mucho antes de lo esperado. Sofía inició con contracciones durante la tarde y, cuando acudió al centro médico por la noche, le confirmaron que no podría dar a luz de manera natural y la llevaron al quirófano. El nacimiento de Amanda ocurrió a través de una cesárea de emergencia.
La cesárea permitió que tanto ella como su hija estuvieran bien. Aún así, Sofía manifiesta que el proceso no es sencillo. “Yo realmente subí al piso asustada, sin saber qué iba a pasar con todo, con eso que te dicen sobre la inyección epidural, que dicen que es una barbaridad, que te duele. Entonces una entra asustada, ¿no? Y eso que yo estaba en realidad acompañada de mi papá, pero de todas maneras sí estaba asustada”.
Sofía cuenta que se durmió durante toda la cirugía debido al cansancio acumulado después de trabajar. Se despertó con el llanto de su niña y en ese momento se la acercaron para que pudiera darle un beso antes de llevarla a limpiarle y hacerle pruebas. Sin embargo, pasó una hora hasta que pudo abrazar a su pequeña. “Parecía que no era real”, sonríe un poco al recordar. “Yo me preguntaba ¿esto es mío?. Porque no le reconoces hasta que succiona para lactar. Y ese es el primer nexo, donde dices: esta es mi guagua, es lo que me sacaron”.
Sofía no hizo contacto piel con piel con su bebé. Actualmente, tanto en entidades públicas como privadas, el contacto piel con piel no es una práctica generalizada, a pesar de que se ha ratificado su importancia para facilitar la adaptación del bebé a su entorno, fortalecer el vínculo madre-hijo y ayudar a mejorar la experiencia de la lactancia, una etapa en la que muchas mujeres que han atravesado una cesárea enfrentan dificultades adicionales.
“Los primeros meses fueron dolorosos, porque para darle el seno no podía cargarle mucho a mi hija. Y, claro, después yo también tenía alergias a los medicamentos que me daban para el dolor y, se me hizo la piel de puros puntitos. Y por eso tuve que dejarlos y después no tenía leche para darle a mi hija”, explica Silvia, una mujer que, hasta el día de hoy se siente impactada por lo violento de su parto. “Eso fue traumático porque yo quería darle el seno, y, me pasaba horas tratando de sacar leche para ella, pero creo que solo le pude dar el seno un mes a lo mucho”.
Silvia, en entrevista el 30 de marzo de 2024
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