Con libros extraños, materiales que comunican por sí mismos y escritores que no buscan ser escritores como último objetivo, Editorial Blanca busca perturbar los imaginarios del lector.
Por Ángela Lascano D. / @AngelaILD
¿Cómo un libro se hace dibujo?, se preguntó años atrás Miguel cuando vio, colgada en una pared, una espléndida pintura de Historia de Cronopios y Famas, de Julio Cortázar. La pintura no completaba el libro, no era un adorno prescindible… De alguna manera, el disparador de la obra había sido el texto y el resultado, la imagen, era una obra completa por sí sola.
En aquel momento, Miguel no sabía que iba a recordar ese cuadro cuando hablara de su editorial y de su intento por desacralizar la literatura. No sabía que, años después, su editorial produciría libros redondos, libros flipbook, libros triangulares… “libros objeto”, como los denomina él. Libros que, en su quehacer, integran la experiencia audiovisual, literaria, pictórica, gráfica y cinética.
Miguel Villafuerte es Editorial Blanca y Editorial Blanca es una extensión de él. Aunque varias personas han colaborado en este proyecto, es Miguel quien conforma la editorial, es a la vez editor en jefe, diseñador gráfico, ilustrador y maquetista. Ahora, la editorial presenta un nuevo catálogo: tres libros cuya temática se hila bajo el concepto de familia. Tres libros que de entre todos los que se han publicado, son los más normales y menos “objeto” de esta casa independiente. Pero, que de una u otra manera, siguen siendo otra forma de consumir una historia.
“Fábrica de arte contemporáneo disfrazada de editorial que quiere hacer una película”. ¿Por qué se define así Editorial Blanca?
Pienso que se relaciona mucho con quitarle lo sagrado a la literatura, al mundo editorial. De alguna manera, faltarle un poco el respeto y tomar el camino profano: es decir, acercarse sin temor a contradecir un discurso hegemónico de publicaciones literarias de novela. Digamos que no todos nuestros autores son cien por ciento escritores… y eso es algo que me llena de mucho gusto, porque incluso hay escritores a los que ni siquiera les interesa ser escritores. Por ahí surge el interés de ser una fábrica de arte. La parte de “disfrazada de editorial”, en cambio, es porque el libro es un soporte. Y cada proyecto, cada duda de investigación, cada búsqueda, es posible aterrizarlas en el formato del libro. En cuanto a que queremos “hacer una película”, es porque lo audiovisual, la animación, me apasionan mucho. Es un proceso sumamente tardado, porque es muy minucioso. Me gusta mucho la animación tradicional, la experimental, la que es cuadro a cuadro. Editorial Blanca es la suma de esas tres cosas. La parte artística contemporánea, además, no es tanto porque en el día a día hagamos pintura o grabado, sino porque el arte implica directamente la reflexión, la creación de espacios para criticar, para problematizar, para pensar… en la práctica, luego, habrá un libro que sea pintura, habrá un libro de arquitectura, habrá un libro que solamente sea literatura, un libro que es textil… habrá de todo. Pero la cuestión es que sea ese punto de encuentro.
¿Cómo nació el proyecto de Editorial Blanca?
Yo no sabía que fundé una Editorial. El martes 13 de diciembre del 2016, fue el lanzamiento de nuestro primer libro, Veinte Pisos, un libro azul de mi autoría. Y yo tenía un dilema, muy personal y desde mi ego también, porque ¿cómo iba a publicar mi propio libro? ¡Es como pagarme mi propia fiesta de cumpleaños! Pero este libro venía de haber ganado algunos premios en Barcelona. Y eso me dio pie para decir que es lo máximo. Pero, cuando empecé a golpear puertas de editoriales, no les interesaba o lo querían con otro tipo de estética, muy distinta a como fue concebido. Pero yo tenía formación de diseño por la Universidad, trabajaba en publicidad y podía, de cierta manera, gestionar cosas de imprenta. No me faltaba nada. Y así, en medio de la duda, puse el billete de mi bolsillo y me pagué la producción de Veinte Pisos. Hasta ese momento, nada nuevo. Empecé a vender el libro y recuperé la inversión. Pero, meses después, empezaron a contactarme como editorial y yo recién me estaba enterando de que era editorial. Mi mayor proeza, en ese sentido, era no estudiar nada relacionado con la literatura, porque demostraba que no era necesario.
En la presentación de la editorial se señala que esta busca “superar los modos de relación con la lectura”. ¿Sientes que tu editorial tiene el propósito de transgredir?
Yo siempre he sido fan de explorar los propios límites. Creo que este es un buen indicador de que estás siendo consciente y responsable contigo mismo. La editorial, en ese sentido, guarda muchas similitudes con mi personalidad. Pero transgredir, así de decir “mira como transgredo”, pues no. No quiero poner énfasis en decir que “hago cosas raras”. Es una búsqueda por desacralizar, por profanar aquellas figuras establecidas. Si en ese camino se transgrede, de alguna manera es secundario. Pero siempre soy fiel a que el libro, el resultado, sea una metáfora encarnada de lo que está adentro. Si es que tiene que tener tornillos, o corte en triángulo, que no sea preciosismo. Tiene que tener un sentido consciente. Y es bueno atreverse en el aspecto técnico de la imprenta. Desde luego, mi editorial tiene pocos puntos en común con otra editorial. Y es que, si llevamos uno de nuestros libros a un círculo de escritores, este tal vez choque un poco. Pero en un círculo de pintores, el libro es recogido con naturalidad… porque la cosmovisión es distinta, la forma de recorrer y leer el producto es más abierta y distinta.
¿Cómo es el proceso de elegir el tipo de papel, el tipo de ilustración, el relieve, la forma geométrica del libro, para que jueguen un papel al momento de leer – vivir la historia?
Siempre es un proceso distinto. En realidad, no recuerdo haber repetido dos procesos. Tal vez cierta metodología en el orden sí, pero un proceso establecido no hay. Por lo general, pido el texto, lo leo, lo dejo reposar, conozco al autor, le pregunto qué concepción tiene de su obra. Si en ese paso, el autor no cede y me dice que su obra es impoluta, es difícil continuar, porque esa idea de la obra impoluta es lo que también quiero profanar. Entiendo que, como escritores, hay cosas inamovibles: yo puedo decir, debatamos con todo de la obra, pero, con el nombre del bar donde se conocieron los personajes, no te metas. En ese sentido, es hacer, entonces, una especie de balanza. Cuando ya nos conocemos, le hago una propuesta al autor, basada en el presupuesto que, nunca hay que olvidar, es nuestro cable a tierra. No por una cuestión capitalista sino porque, como diría Walter Benjamin, es la materialidad histórica. No hay libro sin imprenta. Con el dinero asegurado, se puede continuar.
Irrumpir, nos contabas, es un libro en formato circular, cuya historia no se lee en orden. ¿Cómo nació esta idea?
Irrumpir es un libro de Lupe Villegas, con ilustraciones de Daniela Mosquera. Lupe, que es científica, desarrollaba una investigación sobre los cuerpos y los anticuerpos. Yo contacté con ella porque quería añadirle una narrativa a su investigación. Hacer una especie de traducción de lo científico para que, al tiempo que aprendes sobre cuerpos, anticuerpos, membranas y selección natural de los virus, disfrutes de la historia, tengas un viaje placentero. Para no complicar a Lupe, porque ella no es escritora ni desea serlo, le propuse hacer un libro de su bitácora de investigación. Su bitácora, claro está, tenía muchos días, y no tenía sentido ponerlos todos. Desde ahí pensamos que lo mejor era ponerlos en desorden. Lo circular, por su parte, viene de la idea de microscopio: tan utilizado en la ciencia y que funciona como el dispositivo que se interpone entre la realidad y el sujeto. Ahora ya teníamos una idea pero, ¿cómo íbamos a unir las páginas circulares? Ahí nació la idea del remache, para que la historia vaya expandiéndose y expandiéndose. Pero, con el remache, era muy caótico para leer. Y así, para combinar las emociones, hacemos que el personaje se pierda, igual que el lector se perderá en la historia.
La última semana de marzo, Editorial Blanca lanzó su nuevo catálogo, que problematiza el concepto de familia y está compuesto por tres libros. ¿Primero llegaron los proyectos y luego el hilo conductor que los unió o primero definiste el tema que abordaría este nuevo catálogo?
Primero llegaron los proyectos. Trenzados, el poemario de Andrea Samaniego, fue el primero en llegar. Leonardo López, me comentó que tenía un libro de relatos y me puse a leer. Así fue como llegó Apariciones de la Virgen en la Lucha Revolucionaria. En un principio, quise llevarlo por otro hilo conductor. Pero, cuando empecé a leer a profundidad para ver qué me rebotaba, llegué a la temática de familias. Sin embargo, solo tenía dos libros. Y una colección se hacía con un mínimo de tres. Como un amigo escritor no me contestó, entró mi libro: Manifestaciones de Luz. A partir de ahí, desarrollé mejor el concepto de familia, desde un concepto ancestral, un concepto más mórbido, y la nueva búsqueda de la familia.
¿Cómo fue el diseño de Tensado?
Con Tensado, yo quería un libro más loco, más objeto. Pero Andrea, en algún punto, quiso un libro más conservador. Tensado es más pequeño, lo cual nos permite tener más hojas, es más portátil, lo cual es perfecto para un poemario, que es de lectura rápida. Aún así, continúa dando la sensación de lo artesanal, con los atributos del papel craft, el amarillo de la portada… inspirándonos con los colores de las lanas que ella trabaja, porque Andrea es artista textil. Las ilustraciones, en cambio, son de los dos. Para hacerlas, pensé mucho en tejer y enredar.
Hablemos de tu libro. ¿Por qué usar el formato de guión para dividir los capítulos en Manifestaciones de Luz?
A Manifestaciones… lo escribí sin ser responsable en la secuencia que debe tener un párrafo de otro. Porque mi forma de pensar es lineal, pero no siempre es concatenada. La separación en formato de guión, a través de corte y elipsis, me permitía jugar con espacios y escenarios. Y de ahí también proviene el acercamiento al negro: el fade in y el fade out. Del blanco al negro y del negro al blanco, la expresión de Manifestaciones de Luz
¿Por qué presentas a Apariciones de la Virgen en la Lucha Revolucionaria como una obra de carácter intertextual?
Porque Leo es un escritor de esquemas. Él concibe la imagen de una forma muy literaria: en el libro, él ya te pone una imagen. Si yo añado una imagen a su texto, estaría redundando. La imagen que Leo nos propone son esquemas muy sencillos, pero que logra proponerte una idea visual de lo que narra. Es así que con cuatro asteriscos y un rectángulo negro te muestra una constelación. Sin sacarte mucho de la historia, y el contexto, te lleva a pensar, a imaginar lo que estás leyendo. La única imagen que yo agregué al libro es la contraportada. Y el troquel de la portada, que funciona como superposición: porque una virgen y una hoz comunista, de forma aislada no presentan novedad, pero cuando se juntan generan nuevos significantes.
Editorial Blanca se presenta como un proyecto que busca darle importancia al “deleite contemplativo”. ¿Cómo definirías tú este concepto?
Quizá se relaciona con el momento agradable de estar contigo mismo. Y ese deleite puede dispararse por un montón de factores: no es necesario ver la puesta de sol detrás del Pacífico. De pronto lo encontraremos en cosas muy mínimas, como el movimiento de la cortina que está suspendida en la casa. Y tener la licencia de abstraerse, de pensar y ver, se parece a entrar en una especie de trance, al mismo tiempo de deleite y al mismo tiempo de contemplación.
¿Hay algo que quisieras que te pregunte y no lo hice?
Pues, justo después de la Feria del Libro, tuve un vacío estético: ya no quería hacer libros. Porque, aunque viniera un libro con láminas de zinc y tinta de Japón, el camino de producir un libro era uno que ya había transitado. Creo que este sentimiento surgió después de ver las respuestas que tuvimos en la feria, donde todos quienes se acercaban al stand disfrutaban de ver los libros… pero se iban. Obviamente la venta no es el objetivo último de por qué hacemos lo que hacemos, pero, de alguna manera, es un grano de arena. Y al recibir ese feedback me pregunté ¿a dónde más podemos llegar? ¿qué más podemos hacer con el libro? Tuve entonces una necesidad imperiosa de una renovación estética. Y luego llegó este catálogo que, justamente, son los libros más normales, más tradicionales que tenemos. Son libros finos, pero no tienen nada objeto, nada del otro mundo. Y estoy convencido de que esto me permite transitar por otros lugares. Todavía no estoy cien por ciento satisfecho, debo decir. Sigo con el fervor del catálogo recién estrenado, pero también sé que luego vendrá el ‘chuchaqui’ estético y diré: que pereza seguir haciendo libros normales. O qué pereza seguir haciendo libros raros. Yo creo que, para los próximos meses, el salto al vacío va a ser fundamental. Necesito una reinvención.
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Apago la grabadora y Miguel continúa hablando un par de minutos más. Nos muestra otros libros, comenta de la IA en el mundo del arte. Se abriga para salir, porque afuera hace frío y él se siente un poco resfriado. Estamos en la calle Luis Cordero, en La Huella Latina, una pequeña librería que también apuesta por nuevas propuestas literarias y espacios colectivos de creación.
Allí, cada miércoles, La Huella Latina junto con Editorial Blanca organiza jams de escritura y dibujo, eventos que, en sus palabras, son un laboratorio, un lugar para liberarse del miedo e ir soltando rayones y trazos sin reservas. “La escritura y el dibujo son prácticas sumamente asequibles. Tan bellas, tan simples, que puedes hacerlas en la misma mano”, nos dice Miguel, cuando le preguntamos el motivo que da vida a estos eventos.
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