Alguien que ignora el dolor

No sé si escribir esto desde la rabia o la tristeza. Quizás lo hago para admitir que estoy equivocada: profundamente, estúpidamente e ingenuamente equivocada. Estoy fallando, y lo hago una y otra vez . Lo hago. Ya no sé cómo contener el flujo de lágrimas, el miedo a ser insuficiente, el terror a no ser lo suficientemente querida. 

Pero estoy cargando con un cansancio profundo, que ya no mitiga ni cuando voy a dormir ni cuando estoy despierta. Cada segundo es una tortura. Por muchos minutos de paz que encuentre, siempre regresan a mi uno o dos momentos cargados de desesperación y cansancio. 

Ya no quiero querer desde la herida y para ella. Ya no quiero este castigo.

Estoy agotándote y estoy agotada también. De pedir, de explicar, de reclamar. Susurrarte, gritarte ¿por qué no sostienes mi daño? 

No 

quiero 

estar con alguien que ignora mi dolor. 

Empiezo a desconfiar de mi misma, como si cada lágrima saliera de una alucinación donde nunca me has querido. Me pregunto si nací con esta marca, si llegué así a tus brazos, o si en cada palabra que no dijiste, forjaste un amor en mí débil, silencioso y casi moribundo. 

Quizás después de años de llorarte encontraré la respuesta, pediré perdón y me alejaré lentamente. Solo sé que ahora me siento dependiente de ti, de tu risa, de tu forma de quererme y de no hacerlo. Espero que me escribas, que me llames, que me busques, como confirmación de que fui o soy suficiente. 

Y alguna parte de mi amor se muere cuando no lo haces, porque reafirmas que no importa qué tan bien muestres tus heridas, siempre habrá un sabiondo que clave en ellas un dedo para humectar sus yemas.

e ignoras

mis sollozos

delirantes.

no te gusta mi dolor

En especial si lo causas tú. 

Quizás deba dejar de preguntarme si mi herida tiene sentido, si la ansiedad está avisando de un fallo interno en mi cerebro… romper esas preguntas como quien deja resbalar un vaso embadurnado de aceite.

Podría dar un paso al costado y dedicarme a cuidar mi herida, darme semanas y meses para volver a dormir sola sin miedo, dejar de revisar el celular, visitar museos y salir con amigos no porque quiera olvidar: sino porque quiero recordarme.

No sé si lo merezca, pero quiero dejar de luchar por ser querida. Y quizás te molesta mi amor: no sé lo que tú mereces, pero estoy segura que mis labios están dejando de encajar con lo que prometes.

Te quiero. Quererte nunca ha sido un problema.

Quedarme, quedarme sí lo es.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *