No sabes cuánto me duele... el silencio, el tiempo, el abandono y las palabras. No sabes cuánto me duele no reconocernos, no mirarnos, no besarnos con cariño. No sabes cuánto me duelen los abrazos que suenan a despedida, las palabras que cada vez se tornan más frías, los adioses sacados a la fuerza, los que buenos deseos paridos con dolor. No sabes cuánto me duelen las promesas, los planes, las horas y el reloj truncados en una esquina. No sabes cuánto me duelen cuando no están. No sabes, amor, cuánto me duele las miradas enojadas, tu voz cansada, tus resoplidos... tu sincero agotamiento. No sabes, también, cuánto me duele la resignación de mi pecho, el llanto que aflora con facilidad, el temblor, el miedo... el agotamiento que se parece al tuyo. No lo sabes, cariño, y seguramente no lo sabrás nunca. Porque las cosas que se mueren, se mueren en silencio. Y yo, todavía, me rehusó a entrar en ese silencio. Por eso te esperaré hoy, te abrazaré y te cogeré de la mano. Te diré que te quiero, que necesitamos tiempo para sanar y perdonar. Te diré que estoy aquí, que todavía no me he ido, y que, si hacemos acogedora la morada, seguramente ninguno se irá nunca. Te diré todo, con el deseo de que te quedes y con el dolor atravesado en la garganta. Un dolor que baja. Despacio. Cortante. Silencioso. Intentando descender en silencio, antes de que suba el llanto, fruto de él, pero su hijo rebelde. Te diré de todo, amor, porque prefiero que me duelas un segundo, a perderte toda la vida.
Deja una respuesta