Hoy tenía que ser alguien

Hoy tenía que ser alguien. Pero son las ocho de la noche y no lo he conseguido.

He escondido bajo la cama todos los adjetivos que no me califican, porque no soy y está bien no ser. 

Y es que si miro dentro de mí, lo único que encuentro es una lista de pendientes que nunca avanzo a terminar, demasiado sueño en mi cabeza para poder hacer lo que realmente me importa, y un cansancio infinito que me suplica dejar de buscar ternura donde no la hay.

Hoy tenía que ser alguien.

Como todos ¿verdad? Tenía que pintarme de colores agradables para que nadie note mi desidia, sonreír y comunicarme con asertividad y elegancia. Caminar valiente en la calle. Entregar reportes de proyectos culminados, ser amable, incluso, con la frustración de no producir lo suficiente. Bailar sola en el espejo, porque mentirme a mi misma es de mis actividades favoritas. 

Pero no lo he logrado. 
No soy.
No quiero. 

¿Es culpa mía ser la antítesis de quien tenía que ser? No lo sé. Creo que sigo buscando a las manos abusivas que provocan incendios en mi piel carbonizada, brasa candente que nunca se apaga del todo. 

La realidad es que hay días en los que respondo con tristeza lo que debería ahogar con rabia. He aprendido a habitar mi herida y aunque quiero sanar, a veces no sé qué hacer sin ella. 

Me sigo ahogando
y yo solo quiero descubrir de qué color 
es el líquido que me rodea.

Quizás debería existir un minuto en el día donde pudiera gritar, quemar todo lo que no soy, ser la antagonista de aquello que me aniquila. Darme un minuto para enterrar, vivos, los roces que escuecen lo que ya duele.

Hoy tenía que ser alguien. 

Pero no soy.

No quiero.

Y eso, por hoy, es suficiente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *